Las copas de los árboles detienen con sus hojas el impacto de la lluvia. Al caer las gotas sobre las hojas y ramas, se deslizan suavemente hasta llegar a la hojarasca del suelo, de manera que no pueden erosionar los suelos. Cuando llueve en una zona boscosa, el agua caída no puede correr violentamente por la superficie, el llano o las laderas inclinadas, porque en su camino tropieza con las raíces, con los troncos y con las hojas muertas. Es decir, que éstos fungen como pequeñísimas “represas” y el agua se ve obligada a hundirse o infiltrarse en el suelo y alimenta así el manto freático, mientras que otra parte alimenta las cuencas fluviales.
En los bosques, la tierra queda como escondida entre la hojarasca y protegida por la malla que forman las raíces de los árboles, de manera que la erosión apenas se produce. Los arroyos que atraviesan las zonas boscosas son de aguas claras y limpias porque apenas llevan tierras en suspensión, mientras que los ríos que fluyen por los valles en que el hombre ha talado sus márgenes se ven turbios por la cantidad de tierras y basuras que el torrente arrastra después de un aguacero.
La erosión es un enemigo mortal porque se lleva la tierra. Por esto es necesario combatirla sin tregua, pues prácticamente todo lo que el Hombre tiene procede de la tierra: plantas, animales, alimentos, maderas.
“LOS CUATRO HERMANOS”
Tenemos que ver y estudiar la tierra, el bosque y el agua como si fueran piezas de una misma máquina, porque si descuidamos uno de estos factores dañaremos a los dos restantes.
Una sabia sentencia de los indios amazónicos del Brasil dice: “Proverbio de los Cuatro Hermanos: La Amazonia nunca será regida por los hombres. “Es regida por cuatro hermanos: la selva, el río, la lluvia y la tierra. Si alguno muere, todos morirán y la Amazonia morirá. “Si se destruye la selva, cesará la lluvia, el suelo se abrazará y el río quedará seco. “Si se desnuda la selva, terminará la lluvia y el río quedará seco. “Y si el río deja de correr, morirá la selva, cesará la lluvia y la tierra se convertirá en piedra.”
En las montañas, si tumbamos el monte, abriremos las puertas a la erosión y además, acabaremos por disponer de menos agua, pues ésta correrá pendiente abajo con más rapidez al hallarse libre de obstáculos. Y en los valles también tendremos menos agua porque, al tumbar el bosque en las zonas montañosas, habremos alterado el régimen hidrológico de los llanos. Las sierras cubiertas de arbolado son como fábricas de agua, porque envían constantemente la lluvia hacia los valles, lo que no sucede cuando deforestamos las cordilleras, pues éstas quedan sin la humedad permanente que es característica de los altos montes.
El equilibrio biológico es un orden de la Naturaleza establecido a lo largo de millones de años. En una zona que no haya sido muy alterada por el Hombre, existe el bosque; en el bosque viven los animales, entre estos pájaros que comen una gran cantidad de insectos dañinos a la agricultura, y lo mismo hacen las ranas y las lagartijas. Si acabamos con todo el bosque, estos animales no tendrán donde vivir y morirán, y entonces los insectos se multiplicarán y cada día dañarán más las cosechas.
Al desaparecer los grandes bosques de Cuba, desaparecieron también el carpintero real, el guacamayo y otras muchas especies de aves, así como otros animales y, por supuesto, también muchas especies de plantas.
Por otra parte, una tierra sin agua es una tierra muerta, donde no crecen las plantas ni viven los animales. Es necesario, pues, ver al bosque, al agua y a los suelos como factores que deben cuidarse armónicamente; y cuidarlos los tres al mismo tiempo porque si descuidamos a uno de ellos, dañaremos a los otros.
LA MEMORIA DE LA HUMANIDAD
La Historia nos habla de pueblos que alcanzaron un gran desarrollo de civilización, pero que no tuvieron en cuenta el cuidado de los bosques, ni conocieron los tremendos peligros de la erosión y se quedaron sin agua y sin tierra y aquellas civilizaciones desaparecieron empobrecidas, hambreadas.
Escritores de la antigua Roma describieron, hace unos dos mil años, los ricos campos de cultivo del Norte de África; pero hoy todo aquello es un desierto de arena que cubre las primitivas rocas erosionadas.
Cuba iba en camino de perder todos sus bosques porque a las empresas madereras solo les interesaba acrecentar su capital tumbando el arbolado sin practicar ninguna repoblación forestal, pero la Revolución ha barrido con el capitalismo y, en la construcción del Socialismo, nuestra tarea es no sólo no destruir la Naturaleza, sino transformarla y mejorarla para bien de todo el pueblo.
CÓMO SE DESTRUYERON LOS BOSQUES DE LA SIERRA MAESTRA
La erosión en Cuba está ligada a la Historia y a la lucha de clases, consecuencia de los abusos de los explotadores contra los explotados, de los poderosos contra los humildes. Los primeros que subieron estas montañas fueron los indios.
Nuestros aborígenes no vivían en las montañas cuando Cristóbal Colón llegó a Cuba en 1492. Ellos vivían pacíficamente en las playas, en las orillas de los ríos, en las mesetas y en las lomas poco elevadas. Los españoles comenzaron a esclavizarlos para que trabajasen en las minas y en los campos, donde los maltrataban, entonces los indios se fugaron a los montes intrincados, donde les era más fácil resistir a sus conquistadores y colonizadores que poseían armas de fuego y temibles perros y veloces caballos. Así llegaron los primeros hombres a los picos de las montañas de la Sierra Maestra y otras cordilleras de Cuba, obligados a talar los bosques hasta entonces vírgenes para poder sobrevivir.
Después del establecimiento de la república mediatizada en 1902, y aún antes, los latifundistas yanquis y cubanos se posesionaron de las mejores tierras de los llanos y desalojaron a los antiguos labriegos, quienes para no morirse de hambre tuvieron que subir las estribaciones de la cordillera.
Pero el latifundio se extendía más y más, a medida que esto sucedía, los campesinos tenían que trepar también las montañas más y más. Los que se resistieron fueron víctimas de la feroz represalia de la Guardia Rural, ejército que estaba al servicio de los terratenientes.
Este proceso histórico del capitalismo originó en gran medida la destrucción de los bosques de la Sierra Maestra y la consiguiente erosión de sus suelos. Tanto los indios, como los negros cimarrones y los guajiros que subieron a las montañas hicieron allí sus siembras para subsistir, siempre a costa de los bosques.
Durante cuatrocientos años las prácticas agrícolas han sido casi iguales. Al asentarse en un inclinado punto de la sierra, se levantaron los ranchos de guano o tabla. Se cortaron los árboles del bosque virgen, se les dio candela y el terreno quedó listo para las siembras. A veces se hacían surcos en dirección de la pendiente Se sembraba el conuco. La tierra por vez primera cultivada, daba una cosecha muy buena de malanga, ñame o maíz, pero al sobrevenir las primeras lluvias, parte del suelo se escapaba hacia las profundas cañadas y valles. El conuco resistía otra cosecha y tal vez una tercera, pero rápidamente aquellos suelos quedaban sin la protección de los árboles y pronto afloraba la roca estéril. En lugar de la antigua y buena tierra quedaba una “pelúa”, cubierta por un yerbajo que le daba aspecto semidesértico a la zona que antes estaba cubierta por el tupido y verde bosque.
El campesino tenía entonces que mudarse y repetir el proceso de la “tumba” del monte, la candela y luego la siembra. Y así, años tras años, tenía que recorrer un duro camino por los picos y laderas que quedaban marcados por las improductivas “pelúas”. La sierra, antes húmeda, fértil y boscosa, se fue transformando en suelos deforestados y pobres, en terrenos donde la erosión dañó implacablemente la Naturaleza.
La práctica de darle candela al bosque o a los pastos es negativa porque el fuego mata los pequeños animales como las lombrices y las bacterias que enriquecen el suelo, además de exterminar las semillas de muchas plantas. Esto es igual que destruir los huevos de la gallina, porque después no tendríamos polluelos.
El proceso descrito no sólo dañó los bosques y los suelos. Las cuencas fluviales, desprovistas de los bosques, quedaron más secas, y aún las regiones llanas, también taladas para dar paso a los latifundios ganaderos y azucareros, recibieron menos aguas.
Reiteremos que los españoles, al llegar a Cuba trajeron consigo su tradición de deforestar la Península y convertir en zonas áridas sus antiguos bosques, aparte de que se necesitaban las maderas preciosas de Cuba para su poderosa industria naval y la construcción de sus grandes palacios como El Escorial.
“LOS DESMONTES”
Recordemos que el sabio alemán Alejandro de Humboldt, apuntó durante su viaje a México, a principios del siglo diecinueve:
“... los españoles han obrado aquí como en la Península Ibérica, donde en las grandes llanuras de Castilla no se encuentra un árbol [...].
A causa de la destrucción de los bosques, ha mermado la humedad de la atmósfera y de los manantiales que rodean el Valle de México [...]. Los desmontes, por otra parte, han aumentado los azolves y la violencia de las inundaciones, obligando, desde hace siglos, a construir represas [...]. Hermosas sabanas se han convertido poco a poco en secos arenales [...]. En grandes trechos, el Valle de México no representa hoy día sino una costra de tepetate, desnuda de vegetación [...]. En el Norte de México, una parte no será apta para el cultivo de los cereales hasta que una población reconcentrada y que haya alcanzado un alto grado de civilización venza los obstáculos que la naturaleza opone a los progresos de la economía rural”.
LAS LLANURAS Y LAS COSTAS FUERON TAMBIÉN DESMONTADAS
Los primitivos bosques de los más extensos llanos de Cuba, como los de Camagüey, La Habana y Matanzas, fueron arrasados para propiciar principalmente la ganadería y los cañaverales.
Al talarse grandes extensiones de los manglares costeros se destruyó la primera barrera forestal de Cuba frente al mar, que rápidamente fue invadiendo nuestras tierras. En algunos lugares bajos, como en el Sur de la provincia de La Habana, se sacaron millones de troncos del fondo de los pantanos, los que habían sido sepultados a lo largo de miles de años. Al sacarse esos palos, el agua cenagosa ocupó su lugar y así se fueron formando grandes lagunas salobres como las de Guanamón.
LOS ANTIGUOS BOSQUES DE LAS CIÉNAGAS
Otro paisaje que ha sido severamente dañado es el de las ciénagas y regiones costeras, donde los árboles de yana, mangle, júcaro y otros han sido sistemáticamente talados para convertirlos en carbón. Para hacer las tumbas y sacar el carbón fue necesario abrir canales en las ciénagas. Por esas grandes zanjas penetraron las aguas del mar durante las mareas altas y la salinidad dañó miles de kilómetros cuadrados.
Con el objetivo de proteger mejor el enorme territorio sumergido en Cuba, es necesario conocer cada día más los 67 831 kilómetros cuadrados de nuestra plataforma insular, así como sus formaciones coralinas y líneas costeras, fuentes de inapreciables recursos económicos que alteran perjudicialmente el Medio Ambiente debido al indiscriminado desagüe en nuestros mares interiores de aguas residuales y productos químicos, procedentes de fábricas y centrales azucareros que utilizan las vías fluviales para conducir tales desperdicios, contaminantes de las especies marinas. A veces son las labores de extracción de arenas las que alteran la línea de nuestras hermosas playas, recursos turísticos que debemos preservar para el desarrollo de esa industria, sin contar con el descuido de empresas navieras extranjeras y aun nacionales en el manejo de los desperdicios petroleros que tanto daño causan a las especies marinas, como molestias a los bañistas.
LA REVOLUCIÓN HEREDA UN PAÍS TALADO
La deforestación no sólo alcanzó las regiones montañosas, donde los precaristas y empresas madereras cortaron sus bosques, sino las zonas costeras, donde los carboneros arrasaron con cuanto palo allí crecía. También los ganaderos y los azucareros, exterminaron los antiguos bosques de las llanuras, de manera que hoy muy pocas regiones de nuestra Patria están protegidas contra los incesantes ataques de la erosión. Esta es la situación que la Revolución Socialista ha heredado del capitalismo.
Es necesario un programa audaz, revolucionario, para lograr que llueva artificialmente, convertir el agua del mar en agua dulce y aprovechar mejor los recursos naturales.
Resulta importante insistir en no destruir los pocos bosques que aún cubren las montañas de la Sierra Maestra, de Guantánamo, especialmente la Cuenca del Toa, Escambray y Guaniguanico, así como los montes del Sur de Isla de Pinos y los de las penínsulas de Zapata y de Guanahacabibes, sin descuidar los manglares.
LA EROSIÓN DEL VIENTO
Hay otro tipo de erosión, que no es causada por los ríos, las corrientes o las lluvias, es la erosión eólica o producida por los vientos. En los terrenos secos, no cubiertos por la vegetación, cuando sopla el viento, se forman grandes nubes de polvo, parte de la tierra que vuela por el aire. Esto no sucedía antiguamente en nuestro país, cuando estaba cubierto por los bosques, y en lugar de polvo existía la frescura característica de los montes.
Hay regiones en Cuba donde la erosión eólica es bastante grave. Por ejemplo, en Isla de Pinos, que posee un suelo arenoso, siliceo, es bien frecuente observar grandes nubes de polvo que en forma de remolinos ascienden o corren a lo largo de las tierras deforestadas. También en los Pinares de Mayarí y otras zonas del Nordeste del país, el duro suelo rojo, cuando se seca, es arrastrado por el viento y se forman molestas y grandes nubes de color rojizo, sobre todo donde las labores mineras extraen la laterita para obtener níquel.
La cubierta vegetal no sólo reduce la velocidad del viento, sino que también impide que las tierras sean transportadas a grandes distancias porque las copas de los árboles o de la vegetación actúan como una cortina contra la cual choca el polvo arrastrado por el viento. Especialmente adecuadas son, en este aspecto, las leguminosas cultivadas en rotación, ya que al crecer profusamente sobre la superficie del terreno, reducen extraordinariamente la voladura del suelo por los efectos del viento.
LA REVOLUCIÓN LUCHA CONTRA LAS CATÁSTROFES NATURALES
Con el propósito de que no se repitan los efectos de las catástrofes naturales, con resultados tan dañinos para el pueblo, el compañero Fidel Castro, tras el huracán “Flora” dio a conocer al pueblo el inicio de un gigantesco plan de construcciones de presas en toda la cuenca del Cauto y en otras de la antigua provincia de Oriente. Las presas contienen en cierta medida las grandes avenidas de los ríos, amortiguando el brutal “golpe de agua” que lo arrasa todo y siempre teniendo en cuenta que tales obras, contradictoriamente, pueden tener otras nefastas consecuencias que, conociéndolas, pueden ser prevenidas.
Para evitar los violentos golpes de agua en el valle del Río Cauto, flanqueado al Sur por la Sierra Maestra, por donde bajan muchos de los afluentes que lo alimentan, es necesario también repoblar forestalmente parte del mencionado valle, pero sobre todo las cabezadas de los ríos que nacen en la serranía. La Revolución desarrolla esos planes. Tanto en el Valle del Cauto como en las montañas se organiza la plantación de millones de árboles que además de ayudar a controlar la erosión, sabiamente explotados serán una importante fuente económica. Por otra parte, la Revolución siembra millones y millones de árboles frutales que darán grandes riquezas a la Nación.
Como parte de la lucha contra la erosión, para embellecer más aún a nuestro país, y para tener un clima más fresco, todos debemos sembrar árboles alrededor de nuestras casas, en los patios de las escuelas, en los parques, a orillas de los caminos, en los linderos de las granjas y fincas, a orillas de los ríos. Nuestra Revolución, nuestro Gobierno, ha fundado las bases indispensables para el manejo adecuado de nuestra Naturaleza y ha dado vida a instituciones que ya trabajan en este camino. Nos referimos a la Academia de Ciencias de Cuba; al Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, y sus institutos de investigación; a la Comisión Nacional de Monumentos, adscripta al Ministerio de Cultura; y a aquellos organismos estatales, de producción, de docencia e investigación, tales como universidades y organizaciones sociales como la Sociedad Espeleológica de Cuba, la Sociedad Cubana de Geografía, Pro Naturaleza, la Fundación de la Naturaleza y el Hombre y otras, unidas en la campaña “Hacia una Cultura de la Naturaleza”.